En el vasto y a veces incomprensible universo del diseño automotriz, existe un rincón oscuro y polvoriento donde los ingenieros y diseñadores, probablemente después de un café muy cargado o una pizza de ananá, decidieron que el volante redondo era para los débiles. Fue así como nacieron creaciones que desafían la lógica, la ergonomía y, en ocasiones, el buen gusto, convirtiendo el simple acto de girar en una aventura tragicómica.

Tomemos, por ejemplo, al Citroën DS de 1955. Este vehículo, ya de por sí una escultura rodante, presentaba un volante de un solo radio. Uno de los vehículos más emblemáticos de la historia automovilística no podía tener un volante convencional. Esta pieza contaba con un diseño original y minimalista que la convirtió en un ícono. Constaba de un solo radio de metal, pintado según el color del interior, que parecía ser una extensión curvada de la columna de dirección, con una terminación cromada a la cual se acoplaba un delicado aro recubierto con cuero. Sí, uno solo. Parecía más un delicado objeto de arte que una herramienta para controlar una máquina de varias toneladas. La sensación era la de estar dirigiendo una orquesta de cisnes mecánicos con una batuta de baquelita, esperando que en la próxima curva cerrada no se te desprendiera en la mano. La visibilidad del tablero era excelente, claro, siempre y cuando no tuvieras que girar.

citroen-ds-1955
El volante del Citröen DS estaba enfundado en cuero con apliques de color de acuerdo a la pintura del auto.

Otro ejemplo, y quizás más llamativo, fué el volante del Maserati Boomerang de 1971. Este hermoso coche prototipo, diseñado por Giorgetto Giugiaro, fue presentado en el Salón de Turín de 1971 y contaba con la forma de cuña que caracterizaba a los modelos deportivos de la época: fué un prototipo que se tomó muy a pecho lo de “integrar” funciones. No contento con ser un volante, decidió que también sería el tablero de instrumentos. Todos los relojes y medidores estaban ubicados en un gran círculo estático en el centro, mientras el aro giraba a su alrededor. Imaginen intentar leer las revoluciones en medio de una rotonda; era un ejercicio de contorsionismo ocular que ni el más experimentado de los miopes podría domificar.

maserati boomerang volante
Todo en uno: el volante del Maserati Boomerang incluía hasta teclas...Me imagino para encenderlas

No menos delirante fue el Lancia Sibilo de 1978. Construido sobre la base del icónico Lancia Stratos, el Lancia Sibilo fue el último de los principales prototipos de exhibición de la década de los 70. cuyo volante parecía una escultura ergonómica de una mano derretida. La idea era que se sintiera como un apretón de manos, pero el resultado era una masa plástica que dejaba al conductor preguntándose por dónde carajos se suponía que debía agarrarla. Todos los botones, para un minimalismo extremo, estaban ocultos detrás, por lo que cambiar de estación de radio implicaba una sesión de espiritismo táctil.

lancia sibilo volante
El volante del Lancia Sibilo parecía un anticipo de lo que hoy podría ser una aspiradora robot en modo mantenimiento.

La fiebre de los botones también contagió al Oldsmobile Incas de 1986, que presentó un volante que parecía más un control de un caza de combate de “Star Wars” que algo destinado a un auto terrenal. Con una forma rectangular tipo “yugo” y una cantidad abrumadora de botones, prometía un control total. La realidad es que probablemente se necesitaba un copiloto solo para manejar la radio y los limpiaparabrisas sin salirse del carril.

oldsmobile inca volante
Han Solo no se hubiera atrevido a pilotar el Oldmobile Inca

En una línea similar, el Lancia Orca, un prototipo que presentado en el salón de Turín en el año 1982. en el cual amontonó tal cantidad de botones y perillas en el centro del volante que parecía un teléfono de operadora de los años 50 con esteroides. Realizar una llamada –sí, tenía esa función– mientras se tomaba una curva cerrada debió ser una experiencia que añadía una emoción innecesaria y peligrosa a la conducción.

lancia orca volante
En el Lancia Orca los botones en el volante controlaban prácticamente todas las funciones del auto: desde las luces y la bocina, hasta el aire acondicionado.

Lejos de ser un simple aro para dirigir el vehículo, el volante del Mazda MX-03 era una compleja interfaz de control, un componente central de una cabina que parecía sacada directamente de una aeronave de ciencia ficción. Presentado en el Salón del Automóvil de Tokio de 1985, el MX-03 fue un escaparate tecnológico para Mazda. Su interior estaba dominado por una instrumentación totalmente digital y, lo más llamativo, un volante que rompía con toda convención.

mazda volante

Finalmente, no podemos cerrar este museo de los horrores ergonómicos sin mencionar al BMW Z22, un prototipo de 1999. Su volante rectangular, casi un rectángulo perfecto, no solo era extraño a la vista, sino que funcionaba con impulsos eléctricos, sin conexión mecánica. Además, incluía un lector de huellas dactilares para arrancar el coche. Una maravilla tecnológica que, afortunadamente, nos recordó que, a veces, la simple y confiable rueda de toda la vida no es una mala idea después de todo. Porque al final del día, lo único que queremos es poder doblar en la esquina sin tener que leer un manual de instrucciones.

bmw z 22 volante
Share.

Dejá una respuesta