En la historia de Hollywood, pocas figuras brillaron tan intensamente y por tan poco tiempo como James Dean. Un ícono de la rebeldía, el talento y la melancolía, Dean vivió rápido y murió joven, cementando su leyenda a los 24 años. Y en el centro de esa tragedia, envuelto en un manto de misterio y superstición, se encuentra un automóvil: un Porsche 550 Spyder plateado, al que su dueño llamaba cariñosamente el “Little Bastard”.

Dean, un apasionado de los autos y las carreras, había encargado este Porsche 550 Spyder en septiembre de 1955. Este modelo, ligero y diseñado para la competición, era una máquina impresionante para la época. Para darle un toque personal, Dean le pidió al famoso pinstriper George Barris (el mismo que luego crearía el Batimóvil) que lo pintara con el número de carrera “130” en los costados y la parte delantera, y que le agregara el apodo “Little Bastard” en la parte trasera, en una fuente inspirada en un personaje de la película “Giant”, que acababa de terminar de filmar.

El 30 de septiembre de 1955, Dean se dirigía a Salinas para una carrera automovilística. Su mecánico, Rolf Wütherich, lo acompañaba en el asiento del pasajero. La historia cuenta que, antes de emprender el viaje, el actor Alec Guinness (quien luego sería Obi-Wan Kenobi en Star Wars) le había advertido a Dean que no condujera ese coche, que tenía una “siniestra premonición” y que, si lo hacía, moriría en él en una semana. Dean, un espíritu libre, desestimó la advertencia con una risa.

Y contó tiempo después la charla que tuvieron esa misma noche angelina.

-¿Qué velocidad tiene el auto?

-Llega a 240 kilómetros por hora.

-Te doy un consejo: si vas a correr con ese auto, la semana próxima estarás muerto. Por favor, no lo hagas.

Esa tarde, a las 5:45 PM, en la intersección de la Ruta Estatal 46 y la Ruta Estatal 41 cerca de Cholame, California, el Porsche 550 Spyder de James Dean colisionó de frente con un Ford Tudor que intentaba girar a la izquierda. James Dean murió en el acto, víctima de fracturas y lesiones internas masivas. Rolf Wütherich sobrevivió, pero con heridas graves. La vida de una estrella se apagó en un instante, pero la leyenda del “Little Bastard” apenas comenzaba.

James Dean tenía 24 años, además de fama, fortuna, buena vida… Transitaba por la ruta 41 y al llegar a cruce con la 466, donde pasadas las cinco de la tarde se topó con un Ford Custom Tudor que conducía Donald Turnupseed. Según las pericias, Little Bastard iba a 135 kilómetros por hora.

El Ford de Turnupseed (que era un año menor que Dean) quedó destrozado en la parte delantera derecha. El Porsche terminó estrellado contra un poste, hecho una pila de metal irreconocible. Rolf Wuetherich salió disparado del Spyder y sufrió varias lesiones, pero sobrevivió. El conductor del otro auto apenas tuvo golpes leves. James Dean murió en una ambulancia camino al hospital. Sus últimas palabras consciente fueron “este tipo tiene que habernos visto”, esperando que el Ford de Turnupseed frenara.

Porque la historia del Porsche de Dean no terminó con el accidente. Lo que siguió fue una serie de eventos tan extraños y trágicos que cimentaron la creencia en una verdadera maldición

George Barris, quien había personalizado el coche, lo compró de los restos para usarlo como chatarra. Desde ese momento, el “Little Bastard” pareció cobrar vida propia, extendiendo su fatalidad a cualquiera que entrara en contacto con él.

Poco después de que Barris lo guardara, el motor del Porsche se soltó de sus anclajes y cayó sobre un mecánico, rompiéndole ambas piernas. Barris decidió vender las piezas restantes del coche a otros corredores y mecánicos, y ahí la maldición se intensificó. Dos médicos, Troy McHenry y William Eschrid, compraron partes del Porsche. McHenry usó el motor del “Little Bastard” en su coche de carreras, y murió en un accidente de competición. Eschrid, por su parte, utilizó la transmisión en su propio vehículo de carreras, y sufrió un grave accidente que lo dejó gravemente herido.

La lista de incidentes crecía: un camión que transportaba los restos de la carrocería del Porsche sufrió un accidente que mató a su conductor; el “Little Bastard” rodó de su remolque y rompió la cadera a un transeúnte; dos ladrones que intentaron robar piezas de los restos del Porsche sufrieron accidentes misteriosos, uno de ellos con una herida grave que le dejó la mano destrozada. Incluso, se dice que una vez, un camión que transportaba el auto para una exposición se incendió espontáneamente.

George Barris, harto de los accidentes y las tragedias, finalmente decidió no exhibir más los restos del coche y guardarlos en un almacén. En 1960, el “Little Bastard” fue enviado en un tren a una exhibición de seguridad en Miami, pero al llegar a su destino, el coche había desaparecido misteriosamente. Desde entonces, el grueso de la carrocería principal del Porsche 550 Spyder de James Dean nunca fue recuperado.

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