Ah, el Citroën Basalt. Un nombre que, al pronunciarse, evoca imágenes de rocas volcánicas, de solidez inquebrantable, de… bueno, de un auto. Su llegada al escenario automotor fue, según algunos, un evento tan esperado como el siguiente episodio de esa serie que nadie recuerda haber empezado. Se deslizó entre nosotros con la discreción de un susurro en una biblioteca, prometiendo redefinir un segmento que ya estaba bastante definido, gracias.

Su diseño, dicen los expertos con una seriedad casi cómica, es una audaz fusión. Un coupé-SUV, ni más ni menos. Como si hubieran tomado lo mejor de dos mundos y lo hubieran batido con una cuchara de palo. La línea del techo, por supuesto, cae con una gracia que desafía la lógica del espacio para la cabeza trasero, mientras que su altura elevada promete aventuras urbanas donde el mayor obstáculo será un cordón mal calculado. Una obra maestra de la ambigüedad, sin duda.

La fecha de su presentación, un momento grabado en la memoria colectiva (o al menos en la de los calendarios de prensa), fue un hito. Después de meses de teasers crípticos y fotos espía que revelaban exactamente lo que ya sabíamos, el Basalt finalmente se despojó de sus velos, allá por el segundo semestre de 2024. Un suspiro de alivio colectivo resonó, no tanto por la emoción, sino por el fin de la espera.

Y las ventas, ¡ah, las ventas! Un tema tan delicado como un soufflé en una montaña rusa. El Basalt, con su encanto particular, ha logrado conquistar un nicho de mercado tan específico que casi parece una estrategia de marketing. Sus números, que algunos considerarían modestos, son, en realidad, una prueba irrefutable de su exclusividad. No es que no se venda, es que es para unos pocos elegidos. O eso nos gusta creer.

En cuanto a su equipamiento, el Basalt no escatima en aquello que considera esencial. Una pantalla táctil que, sin ser del tamaño de un televisor de sala, cumple su función de mostrar mapas y música. Conectividad que te mantiene unido al mundo exterior, por si acaso el interior del Basalt te aísla demasiado. Y, por supuesto, esos pequeños detalles que te recuerdan que estás en un Citroën, como la suspensión que te hace sentir que flotas, incluso cuando la carretera es un campo de batalla.

El confort, ese sello distintivo de la marca, se eleva a nuevas alturas en el Basalt. Sus asientos, diseñados para acunar el cuerpo con la delicadeza de una nube, te invitan a un estado de relajación tan profundo que podrías olvidar tu destino. Es un coche para aquellos que valoran el viaje por encima de la llegada, o para quienes simplemente disfrutan de una buena siesta en el tráfico.

Algunos de sus pares ofrecen más potencia, otros más espacio en el maletero, y algunos incluso prometen la emoción de un kart. Pero el Basalt, con su propuesta de confort y estilo diferenciado, se niega a entrar en esa carrera armamentística. Él prefiere ser el caballero tranquilo en un mundo de gladiadores ruidosos, confiando en que su encanto sutil será suficiente para conquistar los corazones (y las carteras) de los más perspicaces.

La experiencia de conducción del Basalt es, en una palabra,… Citroën. No esperes una aceleración que te pegue al asiento ni una dirección que te transmita cada piedra del camino. En su lugar, obtendrás una suavidad que te hará creer que la carretera ha sido recién asfaltada, incluso si estás circulando por un camino de cabras. Es un coche que te invita a disfrutar del paisaje, no a batir récords de velocidad.

Y así, el Citroën Basalt se labra su propio camino en la historia automotriz. No será el más vendido, ni el más potente, ni el más llamativo para las masas. Pero para aquellos que buscan un coche con personalidad, que se atreve a ser diferente en un mar de homogeneidad, el Basalt es una opción que, al menos, te hará sonreír con una pizca de ironía. Su legado, sin duda, será tan sólido como la roca que le da nombre, o al menos, tan interesante como una conversación sobre coches en una cena familiar.

Vamos en serio?

El Citroën Basalt, el tercer integrante de la familia C-Cubed, se presenta como un SUV coupé con un diseño que busca ser disruptivo y aspiracional, combinando la robustez de un SUV con un toque de deportividad gracias a su silueta fastback. Mide 4,34 metros de largo y tiene una distancia entre ejes de 2,65 metros, ofreciendo un amplio espacio interior y un maletero de 490 litros.

Bajo el capó, el Basalt incorpora el motor T200, un 1.0 turbo de tres cilindros de origen Fiat, que entrega 101 caballos de fuerza y 200 Nm de torque a bajas revoluciones. Este motor, acoplado a una transmisión automática CVT con siete marchas simuladas, permite una aceleración de 0 a 100 km/h en 9,9 segundos y una velocidad máxima de 185 km/h. En cuanto a seguridad, cuenta con cuatro airbags.

A pesar de su propuesta de diseño y su eficiente motorización, el Basalt se posiciona como un vehículo “low cost”, lo que se refleja en algunos detalles de terminación, como la falta de pintura en ciertas zonas del vano motor o la calidad de algunos plásticos interiores. En términos de equipamiento, se señalan algunas carencias en confort, como la regulación del volante solo en altura y una butaca que, si bien es blanda, no es del todo anatómica.

En el mercado, el Basalt se enfrenta a una competencia fuerte, especialmente de las marcas chinas, que ofrecen vehículos con equipamientos de seguridad más contundentes, motores más potentes y terminaciones percibidas como más modernas. Sin embargo, el Basalt destaca por su buen despeje al suelo, lo que lo hace apto para caminos irregulares, y por su consumo eficiente, homologando entre 10 y 11 km/litro en ciudad.

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