El telón ha caído para una leyenda. Después de un glorioso reinado de 18 años, el Nissan GT-R R35 finalmente ha llegado al final de su producción. Este no es un adiós cualquiera; es la culminación de una era. La última unidad en salir de la línea de montaje es, apropiadamente, un modelo T-Spec destinado al mercado japonés, vestido con el icónico y ya legendario tono Midnight Purple. Sin embargo, a pesar de la nostalgia que evoca, Nissan nos asegura que no es el final de la historia para el nombre GT-R.

Corría el año 2007 cuando Nissan nos presentó al R35 como el heredero de una dinastía. A diferencia de sus predecesores, los Skyline GT-R R32, R33 y R34 de los 90, el R35 se desprendió del apellido “Skyline” para forjar su propio camino como un modelo independiente, una decisión que simbolizó su ruptura con el pasado. 

Más que un cambio de nombre, fue una transformación en su corazón: abandonó la mítica potencia del motor de seis cilindros en línea para abrazar la fuerza de un V6, marcando el inicio de una nueva y exitosa etapa. Ahora, con su producción finalizada, el R35 se une a sus ilustres predecesores en el altar de la historia automotriz.

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El último Nissan GT-R R35

El corazón palpitante del Nissan GT-R R35 era un motor legendario por derecho propio: el VR38DETT, un V6 biturbo de 3.8 litros que, si bien nació con una potencia de 473 CV, evolucionó con el tiempo hasta alcanzar unos formidables 592 CV en sus versiones Nismo más recientes. 

Pero lo más asombroso de esa máquina de poder no era solo su cifra, sino la mano que le daba vida. Durante los 18 años de existencia del modelo, la responsabilidad de ensamblar manualmente cada uno de esos motores recayó en un selecto grupo de apenas nueve maestros artesanos, conocidos como ‘Takumi’. Con una dedicación admirable, estos artesanos se encargaron de instalar su obra maestra en un total de aproximadamente 48.000 coches.

A lo largo de su extensa vida, el GT-R permaneció fiel a una sola generación, una singularidad en el competitivo mundo de los deportivos. Para ponerlo en perspectiva, su eterno rival, el Porsche 911 Turbo, pasó por tres iteraciones completas durante ese mismo periodo, o seis si contamos sus actualizaciones de mitad de ciclo. Sin embargo, a pesar de su longevidad y su estatus de ícono, las implacables regulaciones ambientales y una demanda que comenzó a decaer en sus últimos años fueron alcanzando a Godzilla. 

El fin se hizo inevitable, y en el último año de su vida comercial, las ventas del modelo quedaron limitadas exclusivamente a su natal Japón, marcando el preludio de un adiós que nadie quería escuchar.

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Ahora, finalmente, esa carrera monumental ha concluido, y es inevitable sentir un vacío, un hueco que solo un titán como el R35 podría dejar en los corazones de los entusiastas. Sin embargo, junto con la noticia de su desaparición, surge un rayo de esperanza que ilumina el camino.

En un reciente comunicado, un alto ejecutivo de Nissan quiso tranquilizar a los fieles seguidores de la marca, afirmando que el R35 GT-R ha dejado una huella imborrable en la historia del automóvil. Destacó que su legado es un claro testimonio de la pasión del equipo que lo creó y de la lealtad incondicional de sus clientes en todo el mundo.

El mensaje final fue un sincero agradecimiento a quienes formaron parte de este extraordinario viaje, seguido de una promesa que retiene el aliento de todos:

Quiero decirles que este no es un adiós al GT-R para siempre”, aseguró. “Nuestro objetivo es que la insignia GT-R, algún día, regrese”

Con estas palabras, Nissan dejó claro que la historia de Godzilla no ha terminado, sino que simplemente está en una pausa, esperando el momento de resurgir.

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