Poco importaba lo rápido o lo lento que era...Tampoco si te gustaba o no. Lo cierto es que, a pesar de los años, mi primer auto permanece inalterable dentro de mis mejores recuerdos.
Eran los 80`s…trabajaba con mi papá en su estudio jurídico y cursaba mi primer año de la carrera de Derecho. Regularmente hacíamos viajes a Tucumán , La Rioja o Santiago del Estero por su trabajo. Era toda una experiencia para mi acompañarlo, y el deseo más grande era manejar alguno de los autos que teníamos que traer a Córdoba.
Mi viejo siempre fue fierrero, hasta el dia de hoy. Desde mi infancia lo veia todos los fines de semana haciendo algo en su auto: podía ser cualquier cosa, desde una breve reparación hasta un extra, como por ejemplo, cambiar el pasacassette o los parlantes de alguno de sus autos. Era simple, no existía ningún sistema electrónico que marcara alguna falla o problema. Todo era cuestión de percepción: habia que sentir el auto como una extensión tuya….con eso bastaba.
Por supuesto que problemas siempre tenían: era indispensable llevar en el baúl la caja de herramientas por las dudas….pero si llevabas un mantenimiento adecuado el auto siempre respondía.
En aquellos años nos regalaron un Dodge 1500, color amarillo patito, año 1973. El auto estaba bastante bien, y con mi hermano Javier nos peleábamos para ver quien lo usaba los fines de semana. Por lo general, Javier era más salidor que yo, entonces los dias que me correspondía, me dedicaba a «toquetearle» algo al «amarillito», como le decíamos con mis amigos.
Si bien era un auto bastante rústico, era placentero al conducir. No podía pedirle mucho desempeño deportivo, no estaba fabricado para eso, pero realmente disfrutaba salir a dar vueltas con él por el barrio, era todo lo que pedía. Y el estéreo con cuatro parlantes: me encantaba como sonaba!!
En aquellos tiempos el consumo era lo de menos: si éramos varios, juntábamos unos pesos entre todos para la nafta. Y eso que el «amarillito» hacia 6 km con un litro!. No importaba si hacía mucho calor: el aire acondicionado era para los autos grandes, como el Torino, el Falcon o el Chevy. Lo importante era salir a dar vueltas en banda, sanamente.
Después de un tiempo, lamentablemente, el 1500 dejó de responder bien: lo seguíamos usando, pero consumía mucho aceite, motivo por el cual pasó al retiro involuntario. Siempre lo tendré en el podio, porque fué un auto noble, simple y …porque fué mi primer auto!.
Siempre quise una Renault 4: me parecía simpática. Mi mamá tenía una modelo 66: celeste metalizada, con caja de tres marchas y motor de 850 cm3. Con esa aprendí a manejar, y también a encariñarme.
Cuando me casé, con mi esposa elegimos una como nuestro primer auto. Me acuerdo que vivíamos en un departamento sobre la calle Brandsen a metros de la avenida Castro Barros. Por obra del destino, me crucé con la que será por siempre, el auto que más quise, y la que mejores recuerdos me trajo: una Renault 4 GTL año 1986!
La encontramos por casualidad con mi suegro Jose en una concesionaria, a pocos metros donde vivíamos. Me enamoró de golpe: recuerdo que estaba al fondo del local, solita, bien de porte, chapa y pintura decentona. No era una locura, pero asi y todo, luego de algunas idas y vueltas, decidimos comprarla.
Recuerdo que pasaba los fines de semana siempre lavándola. Podías sacar los asientos, y como no tenía alfombras de lana, era muy fácil limpiar la tierra que podía haber. Mi primera proeza fué desarmar el torpedo completo, sacar el tablero de instrumentos, cambiar las luces del cuadro y limpiar con silicona el acrílico transparente. No parecía un gran trabajo, pero de noche de daba cuenta que había hecho un gran trabajo y el tablero lucía como nuevo.
Un año después, empezaron algunos problemas. La pintura del capot se había agrietado, y algunas partes de la carrocería sufrían el desgaste, lógico, del tiempo. Tuvimos que tomar una decisión muy difícil: o era ir para adelante y comprar un auto más nuevo, o ponerle el pecho y dejarla en mejores condiciones. Y nos decidimos por darle una segunda vida: sin dudas, elegimos la mejor opción!.
Tras varios intentos de encontrar algún chapista que se le anime a este trabajo, finalmente dimos con el Sr. Ledesma, que tenía su taller en Villa Páez, y no le esquivó al desafío. Era muy difícil trabajar la chapa que quedaba en buen estado sin cambiar, ya que , por un lado, algunas partes no se conseguían, y por otro, estaba el ingenio de salvar las piezas dañadas sin perder nada en el camino.
Depués de 6 meses, el resultado fué lo que verás en la siguiente galería ….
Lamentablemente, por motivos de fuerza mayor, la Renola se nos fué en el 2011. Tuvo muchos problemas, como cualquier auto, pero nada empañará el amor que le tengo. Fueron largos años , con calores insoportables e inviernos relajados..Lejos de toda la tecnología que podrá ofrecerme cualquier auto sobre la faz de la tierra, siempre la recordaré con mucho amor por todos los buenos momentos que nos dejó compartir junto a mi familia. Donde estés, «Reno» querida, te amaré hasta el fin de mis dias !!