Pininfarina, con su habitual modestia y sutileza (léase: con la misma grandilocuencia con la que diseñan Ferraris que parecen querer devorar el asfalto y a tu billetera), seguramente se enfrentó al desafío con un encogimiento de hombros y un suspiro de “bueno, si insisten”.
No es que existan legiones de estos “Pininfarina 911” circulando por ahí, opacando a sus hermanos de Stuttgart. De hecho, encontrar uno es como avistar el Santo Grial en un concesionario de segunda mano. ¿Por qué será? ¿Quizás el mundo simplemente no estaba preparado para tanta… “reinterpretación”? ¿O tal vez, y esto es solo una loca suposición, Porsche miró el resultado, asintió lentamente y dijo: “Das ist… interessant. Quizás sigamos con lo nuestro, ¿ja?”
La belleza de este capítulo casi mítico es que permite todo tipo de especulaciones. ¿Era demasiado hermoso para el pragmatismo alemán? ¿Demasiado… italiano? ¿Le pusieron alerones que parecían más apropiados para una góndola veneciana de carreras? ¿Intentaron redondear los faros hasta que parecieran los ojos de un personaje de anime sorprendido?

Al final, la historia del Porsche 911 de Pininfarina es un maravilloso recordatorio de que incluso los más grandes pueden tener ideas que, digamos, no revolucionan precisamente el universo.
Es ese proyecto del que todos han oído hablar vagamente, pero cuyos detalles concretos se pierden en la niebla de la historia del automóvil, probablemente para el alivio de ambas partes. Un “qué hubiera pasado si…” que nos permite sonreír con suficiencia y pensar: “Sí, a veces, es mejor dejar las cosas como están”. Especialmente cuando se trata de un Porsche 911.
No fue una colaboración que resultara en una producción en masa, sino más bien un estudio de diseño único encargado por Porsche para explorar la viabilidad de un 911 de cuatro plazas más espacioso.
Cuenta la historia que a finales de la década de 1960, específicamente en 1969, Porsche comisionó a la renombrada casa de diseño italiana Pininfarina para crear un prototipo de un Porsche 911 que pudiera acomodar a cuatro adultos de manera más confortable que el entonces estándar 2+2 (que tenía asientos traseros muy pequeños, más adecuados para niños o equipaje). La idea era sondear el mercado y la viabilidad de una variante más práctica del 911. El “B17” fue el nombre de este proyecto.

Porsche, en 1972, decide vender el B17 a un conocido propietario de concesionarios de la marca. Algo realmente raro cuando hablamos de prototipos. Pocos años después, éste lo vendió al coleccionista Nisse Nilson, en Suecia, en 1974, donde vivió durante más de 50 años.
Eso sí, después de haberlo cambiado de color en algún momento de los años ochenta. Mutando el azul oscuro escogido por Pininfarina por un verde bastante llamativo.

A la una, a las dos y...
Este ejemplar único en el mundo ha sido puesto en subasta en los EE.UU por la casa de subastas Hemmings.
Los propietarios calificaron el automóvil deportivo único con un cuerpo extendido vale unos $1.25 millones de dólares.
El anuncio muestra que este B17 tiene 38,000 millas, lo que me hace preguntarme quién condujo un prototipo de Porsche tantos kilómetros, pero aún así eso es un bajo para un auto que tiene la edad que tiene. No hay muchas fotos en internet, o muchos detalles, pero se lee que está en buenas condiciones. Este concepto no se encargó con la intención de que entrara en producción o distribución generalizada, por lo que si te sobran unos verdes, podés tener el honor distintivo de ser el único propietario de Porsche B17 en el planeta.